El asesino de los caramelos de violeta by Javier Holgado & Susana López Rubio

El asesino de los caramelos de violeta by Javier Holgado & Susana López Rubio

autor:Javier Holgado & Susana López Rubio [Holgado, Javier & López Rubio, Susana]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga
editor: ePubLibre
publicado: 2024-02-21T00:00:00+00:00


52

UN MITIN CLANDESTINO

—Te lo juro, ni te vas a enterar de que estoy —aseguró Roberto Luis a su hermano.

—Eso espero, enano —gruñó Benito—. Porque, si te chivas, estamos aviados.

Acudir a una reunión clandestina con miembros del Partido Comunista acompañado de tu hermano pequeño era la peor idea del mundo, pero Benito se había quedado sin opciones. El Greñas y él habían llegado a una determinación hacía meses. Una cosa era escuchar música extranjera, leer libros censurados y pasarse las horas muertas quejándose de Franco, de la falta de libertad y de la mierda de dictadura que les rodeaba. Pero poco iban a cambiar desde sus sillas en la tienda de discos sin mover el culo. Tenían que involucrarse. El hecho de que en el país vecino estuviera cociéndose la mayor revolución cultural del siglo fue el pistoletazo definitivo para ellos. «¡Madrid con París, París con Madrid!», proclamaban mientras leían con avidez las noticias que llegaban de Francia. Fue el Greñas —cuyo verdadero nombre era Manuel— el que empezó a olisquear en la universidad en busca de gente con inquietudes afines a las suyas.

Hacía años que las luchas estudiantiles eran punta de lanza de las voces contrarias al régimen. Las facultades eran polvorines, sobre todo desde el recital de Raimon que había tenido lugar el mes de mayo anterior en la facultad de Económicas, apodada Galerías Castañeda en honor al antiguo decano y a su parecido con el edificio de Galerías Preciados. Benito y Manuel se encontraban entre los asistentes que apoquinaron veinticinco pesetas por cabeza aquel sábado por la tarde para ver al artista catalán. Muchos de sus discos estaban prohibidos en la radio y la razón de que le hubieran permitido actuar era un misterio. De hecho, la duda de si podría cantar estuvo sobrevolando hasta el último momento. Finalmente, se obtuvo el permiso de Ángel Vargas, el decano de la facultad. Todo fue gracias a un cabo suelto en el sistema: los centros universitarios eran los únicos lugares que no requerían autorización gubernativa para los actos culturales, ya que dependían de las autoridades académicas.

Esa tarde, agolpados en el vestíbulo, junto a miles de personas más, Benito y Manuel corearon eslóganes como «¡libertad y democracia popular!», y se dejaron los pulmones cantando Al Vent. A ambos les impresionó ver banderas rojas entre el público y a gente luciendo camisetas con la imagen del Che Guevara. Pero lo más emocionante estaba por llegar.

A la salida, gran parte de los asistentes caminaron en dirección a la plaza de la Moncloa y la calle de la Princesa, cantando La Internacional.

Agrupémonos todos,

en la lucha final.

El género humano

es la internacional.

Ni en dioses, reyes o tribunos

está el supremo salvador.

Nosotros mismos realicemos

el esfuerzo redentor.

La improvisada manifestación fue interrumpida por la aparición de coches de policía armada, un pequeño ejército de policías a caballo y tres camiones cisterna con la capacidad de disparar agua y tinta. Tras hacer frente a las cargas policiales, a Benito y Manuel no les quedó más remedio que huir antes de ser detenidos.



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